
Cuando Ricardo Monroy aterrizó en República Dominicana en 2014, lo hizo con la mente enfocada en entrenar. Venía como experto invitado para capacitar a algunos técnicos en ráquetbol, por sugerencia del presidente de la Federación Dominicana de ese deporte, Rafael Fernández.
Nadie –ni él mismo– imaginaba que ese viaje le iba a cambiar la vida para siempre.
Monroy, nacido en Bolivia y forjado como una leyenda del ráquetbol en América Latina, había ganado ocho medallas de oro en Juegos Bolivarianos, fue campeón Panamericano individual y subcampeón en dobles.