
Lamento profundamente la trágica muerte de Rosa María Gómez Álvarez en Puerto Príncipe, Haití. Según la información proporcionada, su cuerpo presentaba signos de violencia, y sus familiares han enfrentado dificultades para repatriar sus restos debido a la actividad de bandas delictivas en la región.
La situación de seguridad en Haití, especialmente en Puerto Príncipe, se ha deteriorado en los últimos años, con un aumento en la influencia de grupos armados que controlan diversas áreas de la ciudad. Este clima de inseguridad ha afectado tanto a residentes locales como a extranjeros que se encuentran en el país.

Un caso que ilustra esta problemática es el de la misionera española Isa Solá, asesinada en 2016 en Puerto Príncipe mientras realizaba labores humanitarias. Solá, miembro de la congregación de Jesús-María, dedicó años a ayudar a la población haitiana, especialmente tras el terremoto de 2010. Su muerte conmocionó a la comunidad internacional y puso de manifiesto los riesgos que enfrentan quienes trabajan en Haití.
La presencia y control de bandas armadas en Haití han dificultado no solo la seguridad diaria de sus habitantes, sino también la realización de actividades esenciales, como el traslado de cuerpos a sus países de origen. Esta situación resalta la necesidad de una intervención internacional y de políticas efectivas que restauren la seguridad y el orden en el país.

A la familia de Rosa María Gómez Álvarez, les envío mis más sinceras condolencias en este momento de dolor. No hay palabras suficientes para aliviar su pérdida, pero deseo que encuentren fortaleza en los recuerdos compartidos con ella y en el amor de quienes los rodean. Que Dios les brinde consuelo y paz en medio de esta difícil situación.